La resistencia se hace fuerte, atrincherada en cloacas pestilentes. Sabía a ciencia cierta que aquel hombre era la encarnación de la mentira, el espíritu de un ocaso negro e incierto, donde cada uno de sus poros ardían rebosantes de ingratitud. Sumisión y derrota son ahora sus directrices, acompañado de un largo etcétera de desdichas, ecos y derrumbes. Una vez instalado en la más absoluta de las soledades, en la cúspide de la estulticia, amparado por la masa inmisericorde y desagradecida emprendió su cometido y envolvió la esperanza ya muy débil, raquítica y herida de muerte, sepultada para siempre entre las tinieblas y ahora más que nunca invocamos a lo más profundo del ser, donde alguna vez germinó la semilla incipiente de un proyecto de alma. Que desde allí alcance la lucidez casi irreverente de devolvernos la confianza por fin y de una vez dote de significado coherente y veraz a la esperanza.
Un microrrelato de Maica Conzález Serrano