¿Qué sientes dentro de esa cabecita tuya de hermoso y brillante cabello castaño? ¿Qué ves con esos ojazos de profunda felicidad callada? ¿Oyes el sonido de los coches al pasar una y otra vez por esta céntrica calle? Detrás de tu risa, de tu silencio, estoy seguro que hay paz; una paz inmensa. Creces y avanzas lento tras duras sesiones de terapias y se agrandan tus manitas y tus hermosos pies. Yo vigilo cada centímetro nuevo de tu cuerpo y me dedico a mirarte en tus plácidos sueños. Siempre me digo, ¿éste ángel entenderá mis largas charlas y los razonamientos que hago ante sus oídos? No sé, no sé... Mi única certeza es que llenas mi vida con esta divina presencia y que siempre, hermano, siempre, me tendrás a tu lado; que yo seré tus ojos, tus piernas, tus manos y tu corazón cuando te haga falta.
Un microrrelato de Ana Muñoz Cubero.