Con la cabeza baja, solo, como un brujo que con alevosía planifica sus hechizos, oía el veredicto que un Juez de aspecto orondo y bonachón dictaba por su heróico hurto. Entretanto, Luis, buscaba algo a lo que asirse dentro de los bolsillos de su pantalón vaquero sin hallar más que su larga lista de meteduras de pata y aprendida desobediencia. Mentalmente, el joven repasaba cómo alunizó con aquel lujoso BMW contra la Joyería Millet y cómo, en cuestión de segundos, el espacio se llenó de sirenas, de un gran haz de luz y enérgicos gritos. Sólo tuvo tiempo de agarrar una gargantilla de oro blanco y diamantes. Fin de la historia. Sus hermanos pequeños, los impertinentes gemelos no tendrían la prometida Play Station 4 como regalo de cumpleaños.
Un microrrelato de Ana Muñoz Cubero.