Sigo observando mi trocito de cielo como nexo a lo real. Este estrecho cristal no deja entrar el aire fresco ni el ruido de la calle. Este pequeño tragaluz me reconcilia con la intención de seguir vivo. Aquí, el tiempo detenido es difícilmente soportable. Las eternas horas me afanan en recordarte hasta parecer que rozo tus labios con los míos. Retrocedo en la memoria y cuento los días de involuntaria reclusión hasta que oigo el girar de las llaves, un sonido familiar. Y entonces, cual perro fiel voy hacia la portezuela por donde entran la comida, el agua y los elementos de aseo. Es mi única ruptura con la soledad. En las tardes repaso efemérides, calculo distancias o tarareo canciones. Hoy es el día 87 de mi secuestro y en esta inducida locura sólo llego a discernir cuánto te quiero.