Siempre le gustó despertar observando su almendro desde la ventana, crecieron juntos, compartieron días eternos de júbilo y risas y su almendro lo celebraba haciendo brotar infinitas flores blancas y rosáceas en primavera, también compartieron pesares, dolor y amarguras y sobrevivieron a las frías heladas del invierno. Ahora está allí, quieto, mirando el almendro desde su ventana, ya no puede correr a su alrededor y sabe que, quizá, besará la tierra antes que él, malditos excesos, maldita noche de helada de invierno que lo dejó paralizado para siempre…!!!
Dedicado a todos aquellos que entran en el mundo oscuro y pérfido de los excesos, sin pensar que la primavera llegará y no podrán compartir más días de júbilo junto al almendro.
Un microrrelato de Sol Acosta Puertas.