Siempre le gustó un poco de sexo ilegal matutino, pero aquella mañana al salir del burdel pintado de rojo todas las alarmas empezaron a sonar. ”Alerta de Infección”, tronaban, y mientras aceleraba el paso notó como los transeúntes comenzaban a apartarse con el miedo reflejado en sus caras. No trabajaba en aquel maldito sitio desde que estaba desactualizado.
¿Cómo era posible que se hubieran fijado en él precisamente hoy?
Una barrera roja le cerró el paso, y mientras el ejército de matones vestidos de verde de McAfee le sujetaba, levantó la vista en un último acto de coraje para escuchar el veredicto: “Poner en cuarentena” o “Eliminar”.
¿Cómo era posible que se hubieran fijado en él precisamente hoy?
Una barrera roja le cerró el paso, y mientras el ejército de matones vestidos de verde de McAfee le sujetaba, levantó la vista en un último acto de coraje para escuchar el veredicto: “Poner en cuarentena” o “Eliminar”.
Un microrrelato de Pedro José Pedrero Otero.