Carretera desierta de abulia y de kilómetros infinitos. A ambos lado, la nada de una tierra yerma y en las señales un destino a ninguna parte. La huida tenía nombre de ciudad, Pimiango: un lugar en el mundo donde volver a empezar. Un sueño por construir y un pasado que olvidar. Las maletas de su moto sólo portaban una muda limpia, un par de botas, un álbum de fotos familiar y un saco lleno de miedos cerrados con el candado del adiós. Repostar de nuevo el déposito y llenar el espíritu de ilusión. Tomar las gafas de la esperanza para vivir con otra identidad. Atrás, quedó la piel, el olor y el recio rostro de Juan que ahora amanecía como Esther con toda una vida por hacer.
Un microrrelato de Ana Muñoz Cubero.
Un microrrelato de Ana Muñoz Cubero.